Nuestras creencias condicionan en gran manera cómo vivimos las circunstancias. 

Estas creencias inciden en la acomodación en una zona de confort de la que nos resistimos a salir, renunciando o rechazando los cambios por miedo a la nuevo y a lo desconocido 

Por esta razón dejamos pasar muchas oportunidades, percibiendo en ellas más una amenaza y nos quedamos estancados en lugar de permitir el crecimiento y el progreso.

Tanto si crees que puedes como si crees que no puedes, estás en lo cierto. (Henry Ford)

Las creencias son principios incuestionados desde los que se da inicio a acciones mecánicas e inconscientes.

¿Dónde nacen estas creencias? 

Generalmente las absorbemos en la infancia porque necesitamos conocer y manejarnos en el ambiente al que pertenecemos, las tomamos como las papillas, sin cuestionarlas, sin ser conscientes de su efecto. La educación de la familia, la escuela, la sociedad y la cultura en la que nos desarrollamos van implantando las creencias que arraigan en nuestro yo más profundo.

¿Cómo funcionan?

Las creencias no son buenas ni malas, sino potenciadoras o limitantes. Si confiamos y creemos en poder hacer algo, es muy probable que encontremos la manera de hacerlo, en tanto que si estamos convencidos de que no es posible, tenemos asegurado el fracaso.

Quien quiere llegar encuentra un camino y quien no quiere encuentra una excusa. (Proverbio árabe)